Apología del debate por la marihuana
Por: Marco Aurelio González Gama
Seguimos con este
tema porque da para mucho más. Estamos
de acuerdo en que es un tema candente, caliente, ¡muy caliente!, que provoca
escozor, que incomoda, es como la clásica papa caliente de la cual todos se quieren
deshacer, pero lo que menos conviene es su evasión, hay que entrarle, hay que
discutir su pertinencia, hay que debatir los pros y contras, hay que abordar el
tema con un sentido constructivo, propositivo, inclusive desde el punto de
vista científico. No le veo implicaciones éticas ni morales (no es antiético ni
constituye un pecado fumarla), y sí creo que es una de las grandes temáticas
que las sociedades actuales a nivel mundial se deben plantear, replantear y
revisar su posible permisividad en sectores de población –lo que es importante
recalcar-, con sus amarres legales y muchas restricciones.
En mi anterior
entrega yo externé que si por mi fuera yo mantendría intocado el estatus actual
de la marihuana, es decir, su calidad de estupefaciente tal como está definido
en el capítulo V de la Ley General de Salud federal, y es que lo primero que
nos debe quedar claro es que la cannabis no es una planta vegetal de
propiedades inocuas, por el contrario, es un psicotrópico (psicoactivo) que
produce alteraciones o intoxicación en el organismo humano tales como
desorientación, despersonalización, paranoia y alucinaciones, por lo que no hay
que confundirse, no estoy haciendo una apología de la marihuana, ni estoy
recomendando su consumo ni su despenalización “a la de cajón”, hay que debatir
y discutir antes su pertinencia.
Con el tema de la
marihuana sucede como con el tema del aborto. No se trata de estar a favor de
él, pero es una práctica médica cuyas posibles implicaciones caen
necesariamente en el terreno de la salud pública, que en los hechos se da, nos
guste o no, de manera clandestina y bajo las peores condiciones higiénicas que
ponen en peligro la vida de quien se ve en la necesidad de recurrir a él. Luego
entonces, su penalización y persecución como un delito creo que no es lo más
conveniente, sin contar que por ser un tema cuyas implicaciones atañen casi
exclusivamente a la mujer, debería ser una potestad (derecho) exclusiva de las
propias mujeres y punto. Confieso que yo no me siento ni capaz ni con ningún
derecho para decidir sobre el cuerpo de una mujer.
Pero ese es otro
tema con el que se podrá estar o no de acuerdo, luego lo debatiremos. En el
caso de la marihuana, su consumo está permitido, cualquier persona puede –y el
derecho- tener en su poder hasta 5 gramos del estupefaciente (dicen los que
saben que está cantidad alcanza para “forjar” más o menos dos cigarrillos o
“churros”) que se puede meter perfecta y legalmente de manera cotidiana, el
problema es quién la siembra de manera lícita, la cultiva, la vende y la surte,
actividades que no están permitidas legalmente, inclusive son perseguidas por
se constitutivas de un delito.
Finalmente, la
resolución de la Corte, como seguramente ya lo habrán leído, al conceder el
amparo al grupo de personas (Sociedad Mexicana de Autoconsumo Responsable y
Tolerante) que solicitaron se les permitiera el cultivo de marihuana para
autoconsumo, es un procedimiento judicial que protege sus derechos
fundamentales y sólo beneficia a las personas que lo promovieron. Es decir,
como lo leí por ahí –me parece que en El País-, la resolución de la SCJN “es un
pequeño paso para el consumo, (y) un gran paso para la libertad”, lo que es
cierto, pero no hay que cantar victoria, así como está –la resolución-, contiene
más restricciones y candados, las prohibiciones permanecen y para que el estado
de cosas actual cambie, se necesitan una nueva legislación y cambios de fondo
al marco legal actual.
El tabaco, el
alcohol y la marihuana son productos perfectamente equiparables por sus efectos
nocivos en la salud pública. Los dos primeros son legales, y el tercero, su
consumo lúdico y recreativo y toda la cadena de producción, distribución y
venta están perseguidos penalmente, por lo tanto me parece que es necesario
cambiar el paradigma que lo estigmatiza. Creo que lo más conveniente es que
opinemos, debatamos y nos manifestemos como sociedad sobre el tema. Sin embargo
creo, como ya lo manifesté en la anterior entrega, su consumo es un derecho en
el que los que pudieran estar en contra no tienen ningún derecho a decidir por
los que están a su favor, así fueran estos una minoría.
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