La mejor época para vivir
Marco
Aurelio González Gama
Nunca he dejado de reflexionar
–más en estas fechas-, sobre cuál ha sido la mejor época para vivir. Yo crecí
bajo la capa de aquella vieja conseja, casi una leyenda popular diría yo, de
“que todo tiempo pasado fue mejor”, y la verdad es que durante mucho tiempo esa
forma de pensar fue una constante en mi forma de pensar. No estoy seguro hasta
cuándo ese prisma con el que veía la realidad orientó mi andar por la vida,
pero es muy probable que no haya pasado de la adolescencia.
No sé si tenga algo qué ver esto
que voy a contar con aquella conseja, pero alguna vez hasta llegué a pensar que
hubiera sido muy bueno nacer, no sé, unos veinte años antes para que hubiera
conocido a mi abuelo materno, que era todo un personaje. Se llamaba Trinidad,
tocaba el banjo, era encantador, un bohemio al que gustaba vivir la vida al día
a día, que se sabía muchas historias de la vida y era un gran cuentista, según
mis hermanos mayores, un ser de película.
Mi percepción de las cosas ha
cambiado con el tiempo. Al final soy un convencido de que no, creo que no
cambio la vida de esta época tan alucinante y de tantos cambios que me ha
tocado vivir por ninguna otra, a pesar de lo dicho anteriormente. Fui el último
de mis hermanos y ya no puedo hacer nada para revertir el tiempo, casi todos
ellos disfrutaron de mi abuelo –y los envidió- a excepción de los dos últimos
de la fila que fuimos mi hermano Octavio, ya fallecido, y un servidor. Tendré
que seguir imaginándome como hasta ahora cada vez que veo su fotografía en
blanco y negro, de cómo era en persona mi añorado abuelo Trini, aún sin
conocerlo lo he amado y respetado.
Yo nací en la década de los 60,
es decir, cuando empezaba la carrera por la conquista del espacio entre los
Estados Unidos y Rusia, que en aquel entonces se llamaba Unión Soviética.
Exactamente el 25 de mayo de 1961, John F. Kennedy anticipó, en lo que yo llamo
el ejemplo más notable de prospectiva científica –lo pongo de ejemplo en mis
clases de Geopolítica-, que antes de que
terminara la década, el hombre estaría pisando nuestro satélite natural: “Creo
que esta nación debe comprometerse consigo misma a lograr la meta -antes de que
termine esta década- de llevar un hombre a la Luna y retornarlo en forma segura
a la Tierra”, dijo Kennedy en ese momento, ante el asombro de la prensa y
de los estadounidenses en general.
Y como todos sabemos así sucedió,
el 20 de julio de 1969 Neil Armstrong puso por primera vez los pies de un ser
humano en la Luna, a partir de ahí viajar por el espacio se convirtió en algo casi
rutinario. De hecho, desde 1957 la “carrera espacial” ya había iniciado cuando
la URSS logró la hazaña de poner en la órbita de la Tierra al primer satélite
artificial, el “Sputnik”. Fueron los primeros pequeños pasos para el hombre,
pero en los hechos lo que estaba aconteciendo era un gran salto para la
humanidad entera. Ya sé que hay mucha gente –muy respetable por cierto-, que
piensa que nada de eso ha ocurrido, que todo se ha escenificado en gigantescos
estudios de televisión y que todo ha sido un monumental engaño. Qué le vamos a
hacer, a la fecha hay quienes siguen pensando que Pedro Infante en realidad no
ha muerto.
Al cabo de los años –casi 50
después-, el hombre está explorando prácticamente el “infinito y más allá” del
espacio sideral. La sondas Voyager 1 y 2 son los objetos aeroespaciales
construidos por el hombre más lejanos de la tierra, de hecho cada día que pasa
se alejan más y más (la 1 viaja a ¡más de 62,000 Km/h) y hoy tenemos imágenes espectaculares
que nos envían del espacio y de algunos planetas y sus lunas que jamás antes
nos imaginamos; y qué decir del “Hubble”, el telescopio espacial, que igual ha
fotografiado todo el universo, y ya no hablemos de la Estación Espacial
Internacional y mucho menos del Sistema de Transbordadores Espaciales con sus
naves reutilizables Endeavour, Columbia y Enterprise (más el Challenger que
explotó en su despegue) ya en desuso.
Pero lo que verdaderamente ha
cambiado a la humanidad y a nuestra manera de ver y concebir el mundo es la era
de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (las TIC, la era de la
Información ya la dejamos atrás). Hace como 24 años me topé por primera vez con
una “Mac”, era la Macintosh 128K, con una pantalla como de 12” y fue una visión
impactante. Hoy vivimos la época en la que cualquiera puede cargar en un buen
Smartphone al mundo en sus manos.
Vivimos la era de las “App”
(aplicaciones), que son dispositivos de Software que amplían las posibilidades
de nuestros ordenadores electrónicos, desde una Tablet, un celular, una PC
portátil, etc., no hay límites de nada, para todo hay aplicaciones y las redes
sociales han venido a complementar este nuevo estilo, esta nueva forma de vida
de la era de las comunicaciones al instante en donde lo común es que “nos
acercamos los más lejanos, y nos alejamos los más cercanos”. Hoy todo el mundo
desde su celular puede reportear al mundo entero un hecho histórico que está
sucediendo frente a sus ojos al instante (mass media), o sea, y para decirlo en
otras palabras, el universo ya no tiene secretos ni fronteras. Soy un seguidor
en Twitter del astronauta de la EEI, el estadounidense Scott Kelly, hace poco
le envié un twit, lo que hago recurrentemente y he logrado que, al menos uno,
me lo conteste.
Esta es una época increíble, la
humanidad ha avanzado en los últimos 30 años como jamás nunca antes lo había
hecho y en mucho más tiempo. Yo no quiero pensar qué hubieran hecho los griegos
antiguos –a quienes debemos la cultura occidental-, si hace 3,000 años en lugar
de contar con el Oráculo (de Delfos) hubieran contado con una Mac, con Google y
con Wikipedia… Por supuesto que estoy bromeando, era imposible que ellos
tuvieran esas herramientas, pero nosotros sí, así es que aprovechémoslas.
Esta es la mejor época para
vivir, no me canso de repetírselo a mis hijos, todos los días el mañana trae
algo nuevo por descubrir o aprender.
Feliz 2016.
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