Los peores temores con “The Revenant”


Marco Aurelio González Gama

El domingo finalmente pude ver la última creación del mexicano, al que ya la crítica internacional no ha dudado en calificar como una “obra maestra”, cosa que no pongo en duda, pero tengo mis temores, ojalá esté equivocado, y es que es una realización cinematográfica impecable, de gran factura, no exageraría si la calificara como grandiosa, magistral, una gran película, casi una obra maestra –y la catalogo porque obras maestras, para mí, solo en artes mayores como la pintura, la música y la escultura-, pero “El renacido” de González Iñárritu es lo más parecido a lo excelso.

No la podemos catalogar como un western, no, no es la clásica historia de vaqueros que nosotros tenemos fijada en la mente en donde Clint Eastwood es su máximo exponente, ya sabe usted, con un puro en la boca, sombrero vaquero, botas, espuelas y un revólver Colt al cinto, ¡ah, y el jorongo! Al estilo del “Tunco Maclovio”, ni tampoco la cinta de G. Iñárritu nos revela el viejo oeste norteamericano que la mayoría “conocimos” a través de series inolvidables de nuestra infancia como Bonanza, Daniel Boone, el Gral. Custer o la Ley del Revólver, ¡no!, esta es una película de corte histórico que recupera algunos de los pasajes más crudos y llenos de violencia de lo que significó ya no digamos la conquista, sino la dominación de ese enorme territorio en el que hoy están asentados los Estados Unidos, es decir, a riesgo de sonar frívolo, no fue un día de campo.

Con esto lo que quiero decir es que el espectador no espere ver en la película del mexicano una historia más, de ficción, de la forma idealizada en la que nos quisieron vender durante tanto tiempo la ocupación de Norteamérica, el nacimiento de una nación hubiera afirmado David W. Griffith a través de su ya clásica cinta, y no porque es una historia desgarradora, cruda como el invierno que pinta, a veces árida, violenta –muy violenta justificadamente-, gris, tirándole a opaca que, como los buenos vinos tintos dirían los conocedores, nos recuerda –tiene tintes- a películas tan emblemáticas como “Danza con Lobos” (1990) de Kevin Costner, ganadora del Oscar a la Mejor Película en ese ya lejano año, a “Bailando con lobos” (1990), “Los lobos no lloran” (Never Cry Wolf, 1983) de Walt Disney y estelarizada por un sensacional Cahrles Martin Smith y “Cabeza de Vaca” (1991) de Juan Diego Quezada, que nos narra una historia sobre la colonización de la península de Baja California.

Por lo tanto no hay que esperar ver en “The Revenant” un película de “buenos”, los norteamericanos, contra los “malos”, los indios nativos de Norteamérica (sioux, apaches, pieles rojas, etc.), esta es una película que toma con seriedad una historia real, sin ficciones, que relata la odisea de un hombre que renace, que revive en medio del clima más inhóspito y que regresa para consumar una  afrenta, el asesinato de su hijo, y de cómo logra sobrevivir a esa aventura que se convierte en una especie de viacrucis y de cómo, logra salir adelante con lo mínimo, con pasajes llenos de imágenes existenciales, fantasías que a veces se vuelven realidad y viceversa, magia, sicomagia y sicodelia.

Por supuesto, mención aparte merece la fotografía también mágica y excepcional de Emmanuel “El Chivo” Lubezki, merecedora nuevamente y sin duda del máximo galardón que otorga el cine de Hollywood, de la dirección desafortunadamente tengo mis dudas, y no por G. Iñárritu, la dirección es impecable, así como la cinematografía, pero la película es compleja, plantea un nivel de comprensión y de sensibilidad que no sé qué tanto sea asequible para la Academia de Hollywood, a ellos les gustan temas más planos, de más fácil comprensión y entendimiento, eso sí, bien contadas y narradas con oficio y suficiencia técnica.

De todos modos toda la suerte para el “primo” y que la fuerza esté de su lado este próximo 28 de febrero en el Theatre Dolby de Hollywood.










Uuun soldado en cada hijo te dio…

Marco Aurelio González Gama

Grandioso fue escuchar las nominaciones al máximo premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood (Academy of Motion Picture Arts and Sciences) 2016 y escuchar que entre los nominados se encontraba el mexicano Alejandro González Iñárritu por su película The Revenant (El renacido) que, entre otras cosas que son de llamar la atención acerca del film, es que está protagonizado por Leonardo DiCaprio y que está nominado nada más y nada menos que en 12 categorías, entre ellas la de Mejor Director y Mejor Actor, por supuesto, en el primer caso para el mexicano y en el segundo para el rubio actor norteamericano.

Lo menos que puede uno decir al conocer una noticia como esa es que es grandiosa. Por supuesto que no es algo que nos invada de un patrioterismo vano que nos orille a rasgarnos las vestiduras o a envolvernos en el Lábaro Patrio para arrojarnos del balcón más próximo, pero siempre es bueno recibir este tipo de noticias en donde un mexicano como González Iñárritu (él) sí se cubre de gloria. Y es que no es poca cosa lo que ha logrado nuestro paisano como realizador a nivel mundial a grado tal que, en el mundo del cine en particular y en el de la cultura pop en general, a Alejandro se le considera a estas alturas como el director de cine más importante del mundo –el director del momento- con el que todos los actores y actrices quisieran ser dirigidos por él.

De entre mis favoritos, léase Ridley Scott, Steven Spielberg, Christopher Nolan, los hermanos Ethan y Joel Coen y hasta los mismísimos mexicanos Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro pasando por el genial manchego Pedro Almodovar, todos, sin excepción, se encuentran uno o dos escalones por debajo del “primo” González Iñárritu, en términos de una nueva propuesta  cinematográfica, genialidad, inventiva, versatilidad, innovación visual, manejo actoral, etc., y no es, o más bien dicho, no ha sido una cosa fácil lo que ha logrado Alejandro, pero siempre ha sido un precursor, un atrevido, es alguien que ha osado traspasar fronteras y los límites de lo casi imposible y eso lo tiene a donde está en estos momentos, o sea, en la cima de la cinematografía mundial.

Sin querer o más como no queriendo, hemos seguido la carrera de González Iñárritu desde que dio, por así decirlo, sus primeros pasos dentro del mundo del espectáculo, y esto fue en la primera mitad de la década de los 80 cuando entró a trabajar a la estación de radio WFM 96.9, que en ese entonces era dirigida por un muy joven Miguel Alemán Magnani, que además era el responsable de dirigir todo el conjunto que en aquel entonces se conocía como Radiópolis y que pertenecía al consorcio Televisa, pues ahí hicieron sus primeros pininos tanto Alejandro como el locutor y sonidista Martín Hernández, candidato también a Mejor Edición de Sonido por El Renacido, en donde debutaron como locutores, con una propuesta radial novedosa, con una programación informativa acerca de las estrellas de la música de aquellos tiempos.

WFM 96.9, como gran aficionado que era y sigo siendo por la radio, era una estación obligada para escuchar por aquellos días en el D.F., y aquí habría que decir –ya lo hemos dicho en muchas otras ocasiones- que el cuadrante de la radio en México siempre fue muy rica por la variedad de opciones informativas y de entretenimiento que encontraba uno en ella, tanto en FM como en AM, que iban desde Radio Educación, Radio Universidad, Jazz FM, Rock 103, Stereo Mundo, Universal FM, La Pantera, Radio Cañón, etc., había de todo y para todos los gustos y en esa radio muy competida se abrieron camino González Iñárritu y Martín Hernández, con una propuesta que combinaba la buena música con una radio hablada inteligente, novedosa y llena de material informativo que hoy, y nada más para que se den cuenta de su riqueza, cubre la internet.

En un mundo este del nuevo siglo, en donde el cine que se hace en los Estados Unidos tiene un carácter mundial –universal diría yo-, que impacta a todos los rincones del planeta, y que desafortunadamente tiene eclipsados a todas las demás expresiones cinematográficas nacionales, brillar y ser unos mandones como lo han hecho Alejandro González Iñárritu, el genio de la lente Emmanuel “El chivo” Lubezki y el sonidista Martín Hernández, créanlo no es poca cosa. Si González se alza con los premios a Mejor Película, Mejor Director y de paso también lo ganan DiCaprio (Mejor Actor) y los otros connacionales ya mencionados, sin duda la cinematografía nacional se habrá cubierto de gloria.

Sería además, la tercera ocasión consecutiva que un realizador mexicano gana el Oscar a la mejor dirección, en 2014 lo ganó Cuarón por Gravity, el año pasado el propio Alejandro por Birdman y este año, este año ojalá repita, sin contar con que sería la tercera vez también, si lo gana, que “El chivo” lo gana de manera consecutiva por mejor fotografía, así es que con esto se refrenda aquello que hasta arrogante suena: ¡Sí, México está de moda!, sobre todo después del suceso que significó la reaprehensión del capo y de que Charlie Sheen ha escogido a la medicina alternativa de nuestro país como posible cura al VIH.

La peor pesadilla para Donald Trum, sin duda.









No tiene la culpa el Cuau

Marco Aurelio González Gama

No, definitivamente, él no tiene la culpa, él fue el gran ídolo del fútbol mexicano, con una forma de encarar a los rivales como pocos futbolistas mexicanos, con una picardía notable, grosero, irreverente a la hora de jugar al balompié, con un manejo privilegiado de la pierna derecha y con un estilo para jugar al fútbol único, Cuauhtémoc era de esos jugadores que se distinguía siempre por su talante serio, como retando al rival, un auténtico “ñero” para jugar, el clásico “leperito”, que no se dejaba de nadie, el Témo era de esos jugadores que nunca se amilanó ante la potencia física de los rivales, pero para él era lo mismo jugar ante unos esmirriados centroamericanos –con todo respeto para nuestros hermanos centroamericanos, Of Course- que ante unos potentes alemanes, ante todo los “riñones” por delante, era clásica su expresión, con un tono de “ñeris” de Tepito, cuando le preguntaban si no lo amilanaban los teutones: “¡Pero si no los vas a cargar cab…!”

Ese era, así era Cuauhtémoc, un jugador con mucha personalidad, jugador “riñonudo”, de garra, pocos jugadores mexicanos de su talla y clase, quizá el “Beto” García Aspe, Ricardo Peláez, el “Chuy” Corona, eran y son muy pocos los fajadores, con esa garra, siempre jugando con un semblante serio y de mucha vergüenza reflejada en la cara, pero hasta ahí, esas características no se le discuten ni se le regatean al tepiteño, pero una cosa es andarse partiendo el alma y jugándose las espinillas en una cancha de fútbol, ya sea de pasto o de arrabal, ya sea el Santiago Bernabeu de Madrid hasta el “Coruco” Díaz de la selva cañera de Zacatepec, Morelos, y otra cosa muy distinta es presidir el ayuntamiento de una ciudad como Cuernavaca, la capital del estado de Morelos, y precisamente en estos momentos, en esta coyuntura histórica.

No, no es cosa menor encabezar en las actuales condiciones al cabildo de la “Ciudad de la Eterna Primavera”, se trata de un estado como Morelos, se trata de un estado severa y seriamente tocado e infiltrado por el crimen organizado y Cuauhtémoc, con todo respeto para el ídolo, Cuauhtémoc no está preparado para encarar ese reto. Por eso es deseable que el Cuau ponga las cosas que tienen que ver con la seguridad pública de la población cuernavaquense en manos de los que verdaderamente conocen de este negocio y él, él no conoce ni tantito el tamaño de la problemática a la que se va a enfrentar el tiempo que esté al frente del ayuntamiento de Cuernavaca.

Las cosas son tan difíciles y complicadas que ni siquiera el gobernador Graco y su Comisionado estatal de la seguridad pública,  fueron capaces de implementar un operativo de seguridad para blindar la vida de los nuevos ediles que tomaron posesión de sus cargos el pasado sábado 2 del presente, pero sólo ellos a través del mando único son capaces de garantizar la seguridad pública de los habitantes que viven en el bello estado de Morelos. Cuauhtémoc debe entender que lo que pasa en ese estado no es un partido más de fútbol, no se trata de ganar, perder o empatar, se trata, insistimos, de algo mucho más complejo, difícil y hasta peligroso.

Morelos, sobre todo la zona en la que se ubican Cuernavaca, Cuautla, Temixco y Acatlipa, así como todos los municipios colindantes con el estado de Guerrero son una zona minada, por ello es necesario que el buen Cuauhtémoc entienda el tamaño de la problemática a la que se enfrenta.

Este puede ser el partido de su vida.






La mejor época para vivir

Marco Aurelio González Gama

Nunca he dejado de reflexionar –más en estas fechas-, sobre cuál ha sido la mejor época para vivir. Yo crecí bajo la capa de aquella vieja conseja, casi una leyenda popular diría yo, de “que todo tiempo pasado fue mejor”, y la verdad es que durante mucho tiempo esa forma de pensar fue una constante en mi forma de pensar. No estoy seguro hasta cuándo ese prisma con el que veía la realidad orientó mi andar por la vida, pero es muy probable que no haya pasado de la adolescencia.

No sé si tenga algo qué ver esto que voy a contar con aquella conseja, pero alguna vez hasta llegué a pensar que hubiera sido muy bueno nacer, no sé, unos veinte años antes para que hubiera conocido a mi abuelo materno, que era todo un personaje. Se llamaba Trinidad, tocaba el banjo, era encantador, un bohemio al que gustaba vivir la vida al día a día, que se sabía muchas historias de la vida y era un gran cuentista, según mis hermanos mayores, un ser de película.

Mi percepción de las cosas ha cambiado con el tiempo. Al final soy un convencido de que no, creo que no cambio la vida de esta época tan alucinante y de tantos cambios que me ha tocado vivir por ninguna otra, a pesar de lo dicho anteriormente. Fui el último de mis hermanos y ya no puedo hacer nada para revertir el tiempo, casi todos ellos disfrutaron de mi abuelo –y los envidió- a excepción de los dos últimos de la fila que fuimos mi hermano Octavio, ya fallecido, y un servidor. Tendré que seguir imaginándome como hasta ahora cada vez que veo su fotografía en blanco y negro, de cómo era en persona mi añorado abuelo Trini, aún sin conocerlo lo he amado y respetado.


Yo nací en la década de los 60, es decir, cuando empezaba la carrera por la conquista del espacio entre los Estados Unidos y Rusia, que en aquel entonces se llamaba Unión Soviética. Exactamente el 25 de mayo de 1961, John F. Kennedy anticipó, en lo que yo llamo el ejemplo más notable de prospectiva científica –lo pongo de ejemplo en mis clases de Geopolítica-,  que antes de que terminara la década, el hombre estaría pisando nuestro satélite natural: “Creo que esta nación debe comprometerse consigo misma a lograr la meta -antes de que termine esta década- de llevar un hombre a la Luna y retornarlo en forma segura a la Tierra”, dijo Kennedy en ese momento, ante el asombro de la prensa y de los estadounidenses en general.

Y como todos sabemos así sucedió, el 20 de julio de 1969 Neil Armstrong puso por primera vez los pies de un ser humano en la Luna, a partir de ahí viajar por el espacio se convirtió en algo casi rutinario. De hecho, desde 1957 la “carrera espacial” ya había iniciado cuando la URSS logró la hazaña de poner en la órbita de la Tierra al primer satélite artificial, el “Sputnik”. Fueron los primeros pequeños pasos para el hombre, pero en los hechos lo que estaba aconteciendo era un gran salto para la humanidad entera. Ya sé que hay mucha gente –muy respetable por cierto-, que piensa que nada de eso ha ocurrido, que todo se ha escenificado en gigantescos estudios de televisión y que todo ha sido un monumental engaño. Qué le vamos a hacer, a la fecha hay quienes siguen pensando que Pedro Infante en realidad no ha muerto.

Al cabo de los años –casi 50 después-, el hombre está explorando prácticamente el “infinito y más allá” del espacio sideral. La sondas Voyager 1 y 2 son los objetos aeroespaciales construidos por el hombre más lejanos de la tierra, de hecho cada día que pasa se alejan más y más (la 1 viaja a ¡más de 62,000 Km/h) y hoy tenemos imágenes espectaculares que nos envían del espacio y de algunos planetas y sus lunas que jamás antes nos imaginamos; y qué decir del “Hubble”, el telescopio espacial, que igual ha fotografiado todo el universo, y ya no hablemos de la Estación Espacial Internacional y mucho menos del Sistema de Transbordadores Espaciales con sus naves reutilizables Endeavour, Columbia y Enterprise (más el Challenger que explotó en su despegue) ya en desuso.

Pero lo que verdaderamente ha cambiado a la humanidad y a nuestra manera de ver y concebir el mundo es la era de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (las TIC, la era de la Información ya la dejamos atrás). Hace como 24 años me topé por primera vez con una “Mac”, era la Macintosh 128K, con una pantalla como de 12” y fue una visión impactante. Hoy vivimos la época en la que cualquiera puede cargar en un buen Smartphone al mundo en sus manos.

Vivimos la era de las “App” (aplicaciones), que son dispositivos de Software que amplían las posibilidades de nuestros ordenadores electrónicos, desde una Tablet, un celular, una PC portátil, etc., no hay límites de nada, para todo hay aplicaciones y las redes sociales han venido a complementar este nuevo estilo, esta nueva forma de vida de la era de las comunicaciones al instante en donde lo común es que “nos acercamos los más lejanos, y nos alejamos los más cercanos”. Hoy todo el mundo desde su celular puede reportear al mundo entero un hecho histórico que está sucediendo frente a sus ojos al instante (mass media), o sea, y para decirlo en otras palabras, el universo ya no tiene secretos ni fronteras. Soy un seguidor en Twitter del astronauta de la EEI, el estadounidense Scott Kelly, hace poco le envié un twit, lo que hago recurrentemente y he logrado que, al menos uno, me lo conteste.

Esta es una época increíble, la humanidad ha avanzado en los últimos 30 años como jamás nunca antes lo había hecho y en mucho más tiempo. Yo no quiero pensar qué hubieran hecho los griegos antiguos –a quienes debemos la cultura occidental-, si hace 3,000 años en lugar de contar con el Oráculo (de Delfos) hubieran contado con una Mac, con Google y con Wikipedia… Por supuesto que estoy bromeando, era imposible que ellos tuvieran esas herramientas, pero nosotros sí, así es que aprovechémoslas.

Esta es la mejor época para vivir, no me canso de repetírselo a mis hijos, todos los días el mañana trae algo nuevo por descubrir o aprender.

Feliz 2016.